
Culpable de ser funky
Por Víctor M. Conejo
José Luis Luna (ver galería)
Domingo 9 de noviembre en la Sala Zero de Es Gremi.
Dante Spinetta (voz y guitarra), Matías Rada (guitarra), Matías Méndez (bajo), Nicolás Cattáneo (teclados), Pablo González (batería) y Exequias Aquino (saxo).
Arranca con las vías montadas sobre un tren de nombre y voluntad Jazz Bass. A la segunda, otro medio tiempo optando a la golosidad, en ambas amarrado a la guitarra. Tras soltarla siguió por ahí, por el caderismo, lo suavón y las fases más iluminadas del GTA, incluso atreviéndose a sacar una flauta travesera, con lo que eso puede enñoñar.
A la quinta dijo “vamos a bailar”, añadiendo “tuve un déjà vu”, y que se puede entender como uno de sus leitmotivs artísticos: el remember con estilo, los aires funkote años 80 a lo Prince. Porque es evidente, es inevitable y es elección gloriosa: en un primer paralelismo inmediato, Dante Spinetta (Buenos Aires, Argentina, 1976) suena en gran medida al Prince más funk, más teclados y más años 80 por muchos costados, y eso siempre merece una gran ¡VIVA! Y si a su amplio recorrido en solitario se le suma lo sembrado con el pepinazo de funk-hip hop-rock que son Illya Kuryaki and the Valderramas, su otro proyecto esencial, el resultado es palmario: culpable de ser funky.
Presentó «Pensando en ella», del nuevo álbum que sale en febrero y tema que publicó hace diez días, para evidenciar poco después lógica y sabiduría escénica, subiendo tempo y fanfarria. En lo anecdótico, ojiplatismo el mío cuando descubro que en el mismo momento del concierto, ¡se está jugando el Torneo Clausura entre Boca y River! Ya es heroico tocar y heroicidad la de todo el mundo que está aquí. Hubo otra anécdota cuando aseguró que le sorprendió y flipó nuestra ciudad, “con sus calles a lo Harry Potter”.
El de nombre literario e hijo del músico enciclopédico dio una primera parte de concierto elegantona, sexy y compleja, para pasar después a seguir partiéndolo con un recurso del que también se demostró maestro: el sentido del humor. Comenzó preguntando “¿hay sudacas en la sala?”, y tras decir que esa iba para toda la peña hispanoamericana, fue cuando se puso más contemporáneo. Yendo hacia el hip hop, claro. Después: “¿Alguien sabe cómo va el Boca-River? ¿¿¡¡2-0!!?? Uf, vamos a acabar el concierto”.
Para ir cerrando su primer concierto en la isla, recién llegado del Festival Internacional Jazz Madrid, se quiso ir “al pasado, al año 99”, y saltó el jaleote entre el público: “¡Coolo! ¡Coolo! ¡Coolo!”. Que le pregunten a Trueno qué significa [el también cantante y rapero argentino incluye en su tema «Dance Crip» la frase “A mover el coolo”, perteneciente a la canción «Coolo» de los Illya]. Y más hemeroteca incontestable con el temón «Mostro» de su repertorio en solitario.
Tras mención especial del cantante pidiendo muy merecido ruido para “la banda asesina” que le acompañó, se marcó un solaco final, tan preciso como amplísimo de recursos, rematando con una interactuación graciosísima con la audiencia, lanzando un “¿Se animan a gemir conmigo?”. Y gemimos con goze como llevábamos gimiendo todo el concierto.












































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